Ayer, en plena ola de calor africano, cuatro insensatos se atrevieron a desafiar las altas temperaturas jugando un partido de pádel, un duelo familiar que enfrentaba a los dos miembros de la Pareja Espartana acompañados de sus respectivos padres.
En el mundo del tenis uno puede entrar con intensidad en el partido, jugar grandes puntos, tener al rival frente a las cuerdas, lograr numerosos golpes ganadores, pero hay un apartado donde uno debe ser regular o sufrirá condenación: los errores no forzados. Ayer las dos parejas desplegaron un gran juego, muy igualado, pero mientras los Martínez se mostraron muy regulares, sus rivales fallaron en los numerosos momentos claves debido a los errores no forzados.
Igual alguien se pregunta, "¿qué es un error no forzado?". Bueno, dejando a un lado la estupidez de la pregunta, un error no forzado es ese que se produce cuando fallas un golpe fácil porque sí, sin que fuese una bola imposible. Generalmente, en los ambientes barriobajeros como en los que nos movemos, viene acompañado de un grito de rabia muy sonoro, del tipo: "¡Pero como puedo ser tan gilipollas!", "Joder, si es que siempre fallo la misma" o el socorrido "¡Me cago en la puta!". Sin duda ayer casi todos los exabruptos fueron gritados por los Yagüe, y es así como se cuentan estas estadísticas en los partidos.
Dicho esto el partido tuvo poca historia en cuanto al desarrollo del mismo: los sets llegaban siempre igualados al 3-3, con una o dos roturas de servicio previas, y justo en ese momento los Martínez rompían el saque de su rival, bien fuese el Rajao o su padre. Así se produjo en los tres primeros sets, aunque en el tercero, los Yagüe, en un ataque de raza, lograron romper el saque de Carmelo y poner un ilusorio 5-5, pues un nuevo break al saque de Miki finiquitaba el set por 7-5. En el cuarto se llegó con 5-4 y saque para Pedro tras un festival de padelaccio de tercera regional. Nos detendremos en este juego definitivo por lo inusual de su desarrollo.
Con 5-4 y apenas veinte minutos restantes, el juego era la oportunidad de los Yagüe de empatar el set y maquillar un poco el resultado. Sin duda fue el juego más igualado y largo de los que un servidor ha disputado en toda su carrera padelística (dos años): se perdió la cuenta, pero el número de deuces pudo llegar tranquilamente a los veinte, siendo la ventaja para los Martínez en el 80% de ellos. Lo malo de uno de estos juegos es que terminan convirtiéndose en el Día de la Marmota: siempre te saca el mismo jugador, los puntos se terminan pareciendo todos entre sí, terminas perdiendo la noción del tiempo y sólo deseas que el juego se acabe, si ganas bien, pero tampoco te va penar mucho perderlo. Al igual que la película de parecido nombre, el Juego de la Marmota terminó con final feliz (para el que esto escribe): tras un juego de quince minutos, se consumó el break y la victoria rotunda de los Martínez.
En el mundo del tenis uno puede entrar con intensidad en el partido, jugar grandes puntos, tener al rival frente a las cuerdas, lograr numerosos golpes ganadores, pero hay un apartado donde uno debe ser regular o sufrirá condenación: los errores no forzados. Ayer las dos parejas desplegaron un gran juego, muy igualado, pero mientras los Martínez se mostraron muy regulares, sus rivales fallaron en los numerosos momentos claves debido a los errores no forzados.
Igual alguien se pregunta, "¿qué es un error no forzado?". Bueno, dejando a un lado la estupidez de la pregunta, un error no forzado es ese que se produce cuando fallas un golpe fácil porque sí, sin que fuese una bola imposible. Generalmente, en los ambientes barriobajeros como en los que nos movemos, viene acompañado de un grito de rabia muy sonoro, del tipo: "¡Pero como puedo ser tan gilipollas!", "Joder, si es que siempre fallo la misma" o el socorrido "¡Me cago en la puta!". Sin duda ayer casi todos los exabruptos fueron gritados por los Yagüe, y es así como se cuentan estas estadísticas en los partidos.
Dicho esto el partido tuvo poca historia en cuanto al desarrollo del mismo: los sets llegaban siempre igualados al 3-3, con una o dos roturas de servicio previas, y justo en ese momento los Martínez rompían el saque de su rival, bien fuese el Rajao o su padre. Así se produjo en los tres primeros sets, aunque en el tercero, los Yagüe, en un ataque de raza, lograron romper el saque de Carmelo y poner un ilusorio 5-5, pues un nuevo break al saque de Miki finiquitaba el set por 7-5. En el cuarto se llegó con 5-4 y saque para Pedro tras un festival de padelaccio de tercera regional. Nos detendremos en este juego definitivo por lo inusual de su desarrollo.
Con 5-4 y apenas veinte minutos restantes, el juego era la oportunidad de los Yagüe de empatar el set y maquillar un poco el resultado. Sin duda fue el juego más igualado y largo de los que un servidor ha disputado en toda su carrera padelística (dos años): se perdió la cuenta, pero el número de deuces pudo llegar tranquilamente a los veinte, siendo la ventaja para los Martínez en el 80% de ellos. Lo malo de uno de estos juegos es que terminan convirtiéndose en el Día de la Marmota: siempre te saca el mismo jugador, los puntos se terminan pareciendo todos entre sí, terminas perdiendo la noción del tiempo y sólo deseas que el juego se acabe, si ganas bien, pero tampoco te va penar mucho perderlo. Al igual que la película de parecido nombre, el Juego de la Marmota terminó con final feliz (para el que esto escribe): tras un juego de quince minutos, se consumó el break y la victoria rotunda de los Martínez.
En el equipo que quedó segundo (los que perdieron, vamos) ya hemos comentado que les perdieron los errores no forzados, aunque también hay que reconocer que no jugaron mal. Pedro fue mejorando su saque a medida que avanzaba el partido y se mostró sólido desde el fondo de la red; en la red flojeó aunque también dejó puntos de bella factura. Miki estuvo en su línea: algo robabolas, más agresivo y menos padelacciero y muy sólido en todos los golpes. Intentó sin éxito picar a Jesús y darle un pelotazo, algo que sólo logró muy de refilón (U can't touch this). Magro trofeo para un jugador acostumbrado a más.
En el bando contrario los dos jugadores rayaron a gran altura. Carmelo se mostró regular y más acertado que en anteriores partidos. Sabedor del compañero que le había tocado se advino a dejarse robar muchas bolas durante el partido. Buenos porcentajes de saques y no mostró signos de cansancio pese al calor.
Jesús siguió su racha de juego de los últimos partidos, lástima que se vaya a echar a perder en vacaciones. Estuvo más robabolas que en otros partidos, pero es que llegaba a todas y logró infinidad de golpes ganadores de todas las coñas y colores, sobre todo con su saque, con numerosos aces del tipo "carrusel deportivo". Un "carrusel deportivo" es ese saque ajustado que golpea en la pared lateral y luego en la del fondo, y el restador sigue la bola, gira sobre sí mismo y cuando la bola sale de la pared del fondo intenta golpearla sin éxito, aturdido por girar a tanta velocidad (Miki se comió media docena de esos). También Jesús fue el protagonista de la jugada del partido: mitad del cuarto set, en un descanso Miki pone a juego su salud genital intentando pasar la bola de espaldas entre las piernas; al juego siguiente un violento mate rasante suyo se dirige hacia Jesús que, guiado por coña o por instinto, deja que la bola le pase entre las piernas, rebote en la pared y según vuelve la golpea con la pala entre las piernas ante el grito de incredulidad de Miki (un grito similar al de un error no forzado); posteriormente, al proseguir el punto Jesús la caga con un error no forzado (más grito) que empaña un golpe para enmarcar. Hay cosas que no se ensayan, simplemente salen.
Ahora llega el turno de las vacaciones. Unos días para (desgraciadamente) desengancharse del pádel, coger kilos y perder la forma. Dentro de un par de semanas volveremos a tope, hay muchos temas pendientes como el III Maratón Padelaccio, que promete muy buenos momentos.
¡Pádel deporte olímpico, ya!
FICHA
Martínez (Jesús(D) - Carmelo(I)) vence a Yagüe (Pedro(D) - Miki(I)) por 6-3/6-3/7-5/6-4
C.T. Coslada, pista 2.
Mucho pero que mucho calor, mitigado por las abundantes provisiones de agua y por la hora más tardía de juego. De 37 grados no se bajó.
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